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Información y Opinión para la Era Ambiental

viernes, abril 28, 2006

Marina de Cope y la antieconomía en el litoral

Artículo de Pedro Costa Morata en Laeconomía

Si en lo que globalmente llamamos turismo se sumaran, en términos económicos convencionales, todos los costes generados, tanto en su dimensión ambiental como cultural y social en general, muy probablemente el resultado sería superior a la evaluación de beneficios y satisfacciones; y ese 11-12 por 100 del PIB que supone, contablemente, la actividad turística en el PIB total quedaría reducido a un porcentaje mínimo, quizás negativo. Pero la llamada economía ambiental -la mala conciencia de la economía liberal estándar, depredadora sin remedio- no se muestra muy interesada en calcular los daños que produce, sabedora de que el PIB, y su potente ideología, podrían acabar en ficción.

La aniquilación del suelo por el proceso urbano-turístico implica la pérdida irreversible de un recurso básico de no menor importancia que el agua. Y esto sucede en una región hasta ahora caracterizada por la singular capacidad productiva de su suelo pero que la economía moderna ha condenado optando por la explotación intensiva y fulminante: aquí, ahora y así. La economía más necia es aquella que consume el capital natural en la producción o el consumo (es decir, el suelo irreproducible, los recursos naturales no renovables, el paisaje indefenso) en lugar de vivir de las rentas, también naturales, de infinita reproducción, como señala lo más elemental de una economía no necrófila. En este marco de economía disparatada e incompetente surgen los resorts turísticos -urbanización exenta, elitista y con campo de golf como reclamo- como objeto básico, casi exclusivo y en todo caso mimado por la política, de la actividad productiva en la región. Y entre ellos está la actuación llamada Marina de COPE (una de cuyas aberraciones, nada menor, es el concitar el entusiasmo y la complicidad de los alcaldes de Águilas y Lorca, de aparente distinto signo político pero de muy consolidada comunión turistera).

Marina de Cope prevé un episodio de generación de recursos económico-inmobiliarios sólo parejo con la huella social -ambiental, económica, cultural y política- que a su vez implicará, con un balance económico-crematístico negativo si tenemos en cuenta la diversidad de su impacto y el medio y largo plazo. Porque, la consideración previa que se ha de hacer es que la construcción de segunda residencia sólo debe considerarse actividad económica productiva en muy pequeña medida, ya que es esencialmente especulativa por lo breve y consuntiva. Las inmensas cantidades de dinero -no todo él legal, como todo el mundo sabe-que se están poniendo en juego en la Región de Murcia y sobre todo en su litoral, de destinarse a inversión productiva agraria, industrial e incluso de servicios, podrían situarla, en el entorno nacional y en magnitudes per cápita, en un puesto próximo al que señala su envergadura demográfica -la octava- pero el monocultivo de la construcción y el desmadre generalizado político-empresarial la mantiene en lugares muy alejados, tendiendo a empeorar. En el entorno mediterráneo, entre Girona y Huelva las provincias que han mejorado, en el escalafón total, en los últimos años han sido Almería y Huelva, ambas por la agricultura y no por el turismo intensivo ni por la concentración de la industria pesada. Y en el entorno murciano, Águilas está -y estará- en la cola regional, sin duda por la vertiginosa sustitución de agricultura y pesca por ladrillo y asfalto.

Tengamos, finalmente, bien claras las responsabilidades. En una tierra que somete el suelo a depredación desordenada, mientras que convierte su demanda incesante de agua en un espectáculo grotesco y escandaloso, se ha de reconocer que sólo los ecologistas y el movimiento por ellos animado vienen condenando, desde la sensatez y la libertad de conciencia que da el no depender de las contiendas electorales, este modo de explotación económica, que niega todo futuro y que en el litoral alcanza su más alta perversidad.