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Información y Opinión para la Era Ambiental

domingo, octubre 10, 2004

¡CALBLANQUE! ¡CALBLANQUE!

¡CALBLANQUE! ¡CALBLANQUE!

Es el Día de las Aves, decidimos conmemorar esta significativa jornada, participando en una de las actividades que la Consejería de Medio Ambiente, “generosamente”, nos ha organizado justo en el Parque Natural de Calblanque, sí, justo en ese paraíso costero que no paran de acosarlo con intentos de desproteger lo protegido, de construir no se qué “ecológico” hotel, de incendiarlo y por supuesto con su correspondiente campo de golf.

El día es radiante y aún no sopla esa brisa fresca que en el otoño te recuerda que las montañas existen, por lo que conforme vamos llegando, vamos cambiando de opinión:

-- Mira Raquel, conozco un sendero que cruza las montañas y desciende a una cala tan bonita como perdida, sin accesos de ningún tipo y con la mejor arena que puede tener una playa. –le digo mientras conduzco.

-- ¿Y el Día de…? –pregunta ella.

--Que le den…quiero decir que le den al consejero nuestras felicitaciones

--Pues por mí …que le den –termina diciendo.

Y así, a la media hora, nos vemos descendiendo por el sendero más maravilloso de Calblanque , sendero que parece precipitarse en el mar: “Que bonito, Alejandro, ¿cómo no hemos venido antes?”

Pienso que, como solo se puede amar lo que se conoce, será que las mentes “preclaras” que intentan transformar Calblanque no han descendido por aquí nunca.

Grandeza, luz, color, sonidos, azul, muy azul, aves, roca, vertiginosos acantilados y el mar.

La blanca espuma, invade agresiva la playa y acaricia nuestros pies, libres, al fin, de la pesadez de las botas. Después se retira mansa y dulce, como cuando los humanos nos dejamos llevar, en ocasiones, por esa agresividad pasmosa y acabamos deslizándonos hacia la serenidad del mar.

¡El Día de la aves! Aún recuerdo cuando vi por primera vez un águila pescadora: sentado en la Marina del Carmolí, junto al mar, la vi venir desde lejos hasta que me sobrevoló y creí sentirme el ser más dichoso de la tierra. Pero, con el tiempo, comprendí, a pesar de mi corta edad, que estaba equivocado, que existían, afortunadamente muchas más personas capaces de extasiarse con una simple ave.

“¿Regresamos?”

“Si no hay más remedio”


Alejandro Romero Angles