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Información y Opinión para la Era Ambiental

viernes, noviembre 26, 2004

Las tribulaciones de un naturalista de agua dulce en alta mar II

Día 2: ¿Delfines? ¿Alguien ha dicho delfines? (24-XI-2004)



El día comenzaba de nuevo viéndome arrancado de nuevo de los brazos de Morfeo a las siete menos cuarto por el infernal relincho caballil que a modo de alarma suena en el móvil de María, compañera de sufrimientos y penurias (vale, alegrías también) a bordo de la goleta escuela Else. Ante tal despertar no cabía otra cosa que aplicar una dosis de cafeína doble, pues ante la falta de instalaciones adecuadas en el puerto de Cabo de Palos, no disponíamos de un sitio ni para lavarnos un poco la cara para empezar a parecernos a un ser vivo y no a un cadáver andante. Ya con las tazas humeantes en la mano, llenando de vapor la fría mañana, nuestro capitán, Carlos, puso a rugir el motor de nuestro bajel y empezamos a abandonar la dársena del puerto antes incluso de poder ponerle azúcar al café, mientras nos acompañaban los gañidos de las Gaviotas patiamarillas recién despertadas.

Enseguida tomamos rumbo Este, dirección a las Islas Hormigas, tres tristes islotes que se recortaban contra la bruma del amanecer encendida en rojos y dorados por la temprana luz del Sol, y ya desde lejos podíamos escuchar el jaleo de un par de centenares de gaviotas de varias clases al quejarse por que no disponían de café como nosotros para empezar el día. No pude verlas bien, recortadas contra la luz, pero aparte de patiamarilla y reidora, ambas descritas en el capítulo de ayer, estoy seguro de que debía de haber alguna Gaviota de Audouin (Larus audouinii), más gráciles que las patiamarillas y con el pico rojo y las patas grises, en vez de amarillas ambas cosas, que es una de las joyas naturalísticas de la Región de Murcia, al ser una especie en peligro de extinción y poseer una de sus colonias de cría más importantes en la Isla Grosa, a solo unas millas de donde nos encontrábamos.

Dejados atrás estos islotes, nos encaminamos rumbo a mar abierto, empequeñeciéndose cada vez más la línea de costa, al tiempo que el Sol ascendía y disipaba con su brillo toda la bruma matinal, dejando un cielo azul hermoso, como si quisiera rivalizar con las tonalidades de zafiro del mar casi en calma. Los turnos de vigilancia se sucedían, hasta que por fin, a las diez y cuarto, se escuchó el ansiado grito de mi compañera Susana, quer compartía mi turno:” ¡Avistamiento a estribor, veinte grados!”. Y a estribor que nos arremolinamos todos deprisa y corriendo para ver los esbeltos cuerpos negro azabache de un grupo de Calderones comunes (Globicephala melas), de unos siete individuos repartidos en dos grupillos, uno, con tres o cuatro adultos delante, y otro, con unos cinco juveniles y una cría pequeña detrás. Ni que decir tiene que babeábamos profusamente por la borda ante la visión de tal espectáculo, aunque no recibiéramos la misma atención por parte de los cetáceos, que seguían a su bola y hacían como que un montón de monos sin pelo y sin educación estaba navegando a su encuentro en un cacho de madera, todo lo más, apenas levantaban su cara chata para echar un resoplido de contenida indignación por sus espiráculos.

Tras un rato de estudio y toma de datos, proseguimos internándonos en el mar, tropezándonos cada vez de forma más rara con grupos de aves, hasta que pude divisar, flotando solitaria a más de siete millas de la costa, la figura de una Gaviota enana (Larus minutus), ave pequeña para ser un lárido, blanca a excepción de una pequeña mancha negra en la cabeza, resto del plumaje de verano, y un leve color grisáceo en el dorso y en las alas.

Y el tiempo pasaba, y alcanzamos el mediodía en mundo donde los únicos puntos de referencia son el Sol y otros barcos, ya que no se divisaba la costa a más de diez millas de la misma. Una inmensidad donde calcular cualquier distancia es problemático. A pesar de eso, cerca de las dos tuvimos un encuentro feliz con otro grupo de cetáceos, Calderones grises (Grampus griseus) esta vez. Unos siete individuos la mar de confiados, pasándonos dos de ellos por debajo de la proa, cuando lo normal es que rehuyan a los barcos. De unos tres metros, estos magníficos animales son grises y con el cuerpo marcado por cicatrices blancas debidas a coletazos, de suerte que algunos muy viejos pueden llegar a aparecer casi completamente blancos. Se portaron bien con nosotros, dejándose ver para nuestro deleite, hasta que al final decidimos continuar rumbo.

Ya caía el Sol cuando nos acercábamos a la costa, reapareciendo los grupos de Gaviotas patiamarillas y alguna reidora, Pardelas cenicientas, un par de Alcatraces y algún que otro Págalo. Y cuando apenas nos separaba de la puesta de Sol una media hora y la Luna casi llena se levantaba por el Este, a lo lejos, Amaya, subida a la cofa del barco, dio la voz de aviso hacia la proa, en donde, para nuestra sorpresa, un grupo de Delfines listados (Stenella coeruleoalba) saltaba y hacía piruetas para su propia diversión. Rápidamente Carlos enfiló nuestro fiel buque con la intención de verlos mejor, cuando enloquecieron de contento al ver nuestra quilla rasgando el agua y cinco delfines se pusieron delante nuestro jugueteando con nuestra proa y dejándose llevar por nuestro empuje. Al tiempo, el Sol se hundía en un mar calmo y azul profundo, enrojeciendo cansado tras el largo día e incendiando el agua que tocaba, mientras que la Luna ascendía dispuesta a reclamar su reinado de noche abriendo un camino más tenue y pálido en el mar, mientras que a nuestro lado, se despedían con unos brincos y unos fuertes aletazos los simpáticos delfines, perdiéndose casi en el mismo momento en el que el Sol se puso sin regalarnos con ese último rayo verde que dicen que se ve en los días más claros.

Cansados y satisfechos, pusimos rumbo al puerto de Cartagena, mientras los montes de Portman y Calblanque se desvanecían poco a poco en el crepúsculo.

2 Comentarios:

At 12:53 p. m., Blogger mmp said...

no estaría de más alguna fotito de algo que no sea mar, vamos, digo yo :D

 
At 2:16 p. m., Blogger juanpgarcia said...

Anda que no te lo estás pasando bien. La próxima vez me voy yo que además no me mareo y no fastidio a los peces con mis vómitos.

 

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